África González-Fernández
Catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo, investigadora del Instituto de investigación Galicia sur (IIS-GS) y académica de la RAFG
La pandemia de covid-19 ha supuesto un reto en nuestra historia reciente, con la mayor tasa de infectados por un virus y sus variantes, conocida hasta el momento. La movilización internacional, el desarrollo de vacunas en un tiempo récord para el virus SARS-CoV-2, antivirales y mejor manejo de los pacientes graves ha hecho que los países industrializados estén volviendo a una cierta normalidad, con ingresos hospitalarios más controlados, y, sobre todo, con una disminución de enfermos graves y fallecimientos.
Pero hay efectos colaterales muy graves de la pandemia que no son tan evidentes. Esto, unido a otros factores, está llevando a que niños de muchos países no reciban las vacunas que pueden protegerles de enfermedades muy graves tales como la difteria, tétanos, tosferina y otros patógenos. Esta situación está siendo crítica en algunos países, con una disminución importante en el número de niños vacunados a pesar de que hay vacunas disponibles.
Esta bajada en la prevención puede tener consecuencias fatales, con incremento de enfermedades en los niños con importantes secuelas o incluso fallecimientos, evitables con el uso de vacunas.
La Organización mundial de la Salud y UNICEF hacen una llamada de atención a nivel internacional para ejercer una labor coordinada, de financiación, y lo que sea necesario, con el fin de poder vacunar a todos los niños que lo necesitan.
La vacunación, junto con la higiene y los antibióticos, son las medidas que más vidas salvan anualmente. Tenemos en nuestras manos la solución más eficaz y barata para mejorar la salud de millones de niños.