Adrián Carrasco Munera
Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Grupo de Salud LGTBIQ+ de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria
El estudio muestra cómo la edad de atención sanitaria a las infancias trans ha ido decreciendo en los últimos años y cómo es más temprana la atención a personas asignadas mujer al nacimiento. Si bien es la conclusión a la que llegan, el estudio es claro con sus limitaciones, como el uso de distintas codificaciones diagnósticas (CIE-10 y DSM-V), que además en algún caso redundan en etiquetas diagnósticas ya descartadas como la "disforia de género".
Estos datos, pese a las limitaciones técnicas, pueden obedecer a dos realidades complementarias: el mayor respeto social a las identidades trans y la edad de inicio de la pubertad.
Este último caso, es congruente con el conocimiento previo que la pubertad en la personas asignadas mujer al nacer es previa a aquellas personas asignadas hombre. Esto hace que la aparición de caracteres sexuales secundarios sea a edades más tempranas y por ello la atención se demande igualmente antes.
Respecto a la mejora del respeto social hacia las personas trans, uno de los beneficios que contrae es el mejorar el acceso a atención específica para la población trans cuando la necesitan. En épocas anteriores, por el estigma, la discriminación y la vulnerabilidad, la expresión social de la identidad de género se retrasaba a edades más avanzadas, conllevando un abordaje con la pubertad ya iniciada y sin poder revertir cambios corporales. Además, al no poder acceder a la atención, conllevaba (y conlleva) un alto riesgo de afectación emocional y de suicidio, como muestran los estudios.
Por ello, no se debe crear alarma social en torno a estos datos, sino que se deben entender como una evolución lógica de la atención sanitaria respetuosa con las infancias trans.