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Adrian Hugo Aginagalde

Portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud pública y Gestión sanitaria (SEMPSPGS), jefe de servicio de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica e Información Sanitaria de Gipuzkoa y, anteriormente, jefe de servicio de la Unidad de Programas de Cribado Poblacional en el Ministerio de Sanidad

El cambio en el modelo de vigilancia epidemiológica viene condicionado por una mayor transmisibilidad y un menor porcentaje de hospitalización y de letalidad.

Se intenta abordar la dificultad intrínseca que tienen las infecciones respiratorias, que es el intentar hacer una vigilancia universal (de todos los casos) a través de pruebas de confirmación diagnóstica; algo que ni en virus respiratorio sincitial (VRS) ni en gripe (influenzavirus) se había conseguido.

Para ello se establece un objetivo final, un modelo centinela (muestral) de casos leves y graves, combinado con la vigilancia sindrómica (de los sintomáticos) y vigilancia virológica (variantes) y apoyada en herramientas adicionales (monitorización de las incapacidades temporales y aguas residuales).

Lo difícil es diseñar una transición entre ambos modelos, algo que no se había hecho antes, y con una enfermedad de magnitud pandémica, con un impacto asistencial muy superior al resto de infecciones respiratorias agudas y capacidad de generar entre dos y tres fases de aceleración al año. Ante ese vacío de conocimiento y de modelos de cómo poder vigilar para poder reaccionar cuando se precise, la estrategia hace una transición donde se hace una vigilancia de los casos leves a través de códigos de las historias clínicas y de los graves y vulnerables con mayor riesgo de hospitalización. El objetivo es poder anticipar con suficiente precisión incrementos bruscos de la presión asistencial.

Al mismo tiempo, comprobada la elevadísima transmisibilidad de ómicron que impide una identificación de los contactos (los programas colapsaron en diciembre) y que concentra su transmisión en los días previos al inicio de síntomas, toca replantear las medidas de control como los aislamientos por pérdida de efectividad. Era una medida extraordinaria, no aplicada de forma generalizada con una enfermedad tan prevalente, nunca antes usada en una infección respiratoria aguda y que, en ausencia de cuarentenas, debido a la transmisión de los asintomáticos, tenía una efectividad limitada y consecuencias importantes.

ES