Rocío Núñez Calonge
Directora científica del Grupo UR Internacional y coordinadora del Grupo de Ética de la Sociedad Española de Fertilidad
Los óvulos se forman en el ovario a través de un proceso llamado ovogénesis que comienza antes del nacimiento y se completa durante la pubertad. Durante la gestación, las células germinales (u ovogonias) se transforman en ovocitos primarios, que quedan detenidos en una fase del proceso de división celular (meiosis) hasta la pubertad. A partir de entonces, cada ciclo menstrual permite que uno de estos ovocitos reanude su desarrollo: completa la primera parte de la meiosis y se convierte en un ovocito secundario, que a su vez se detiene hasta el momento de la fecundación, cuando finalmente se transforma en un óvulo maduro.
La fertilidad femenina comienza a disminuir a partir de los 25 años y de forma más marcada después de los 40, cuando las probabilidades de concebir se reducen drásticamente. La cantidad de ovocitos primordiales (reservas no renovables) determina la capacidad reproductiva de una mujer, aunque medir su número con precisión sigue siendo difícil. En la práctica clínica, se utilizan el recuento de folículos antrales mediante ecografía y los niveles de hormona antimulleriana (AMH) como indicadores de la reserva ovárica, aunque su relación exacta con el número real de ovocitos primordiales aún no se conoce del todo.
Durante mucho tiempo se pensó que la disminución de la calidad de los óvulos era la principal causa del envejecimiento reproductivo. Sin embargo, [este] estudio reciente liderado por Diana Laird demostró que las células y tejidos que rodean al ovario también desempeñan un papel crucial en la maduración de los óvulos y en la velocidad con la que disminuye la fertilidad.
El equipo analizó cómo funciona y envejece el ovario en mamíferos, comparando de manera detallada lo que ocurre en ratones y en humanos. Su objetivo fue entender qué aspectos del proceso son compartidos entre especies y cuáles son únicos.
Para lograrlo, los investigadores estudiaron las células del ovario una por una, utilizando tecnologías que permiten conocer qué genes están activos en cada célula. Además, desarrollaron una innovadora técnica de imágenes tridimensionales que permitió observar los óvulos dentro del ovario sin necesidad de cortar el tejido en capas, como se hacía antes.
En ratones con una edad equivalente a entre 30 y 40 años humanos, observaron una disminución drástica tanto de los óvulos inmaduros en reserva como de los que ya habían comenzado a madurar. De manera similar a lo que ocurre en mujeres de esa edad, estos ratones también tuvieron baja tasa de éxito en tratamientos de fertilización in vitro (FIV).
Al aplicar esta técnica a ovarios humanos, los científicos descubrieron algo sorprendente: los óvulos no están distribuidos uniformemente, sino agrupados en ‘bolsas’ separadas por zonas sin óvulos. Con el paso del tiempo, la cantidad de óvulos dentro de estas bolsas disminuye.
El equipo también identificó un tipo de célula poco conocida, presente tanto en ratones como en humanos, y descubrió que los nervios simpáticos (los mismos que intervienen en la respuesta de 'lucha o huida’) forman una densa red dentro del ovario que se intensifica con la edad. Cuando estos nervios fueron eliminados en ratones, aumentó el número de óvulos en reserva, pero se redujo la cantidad que maduraba, lo que sugiere que los nervios podrían influir en cuándo comienzan a desarrollarse los óvulos.
Además, se observó que otras células de soporte, llamadas fibroblastos, también cambian con la edad, provocando inflamación y cicatrización en los ovarios de mujeres de unos 50 años, mucho antes de que procesos similares aparezcan en otros órganos como el hígado o los pulmones.
Combinando distintas tecnologías, el equipo de Laird creó un ‘atlas celular’ del ovario, un mapa que muestra los diferentes tipos de células y cómo cambian con el paso del tiempo. Comprender estos cambios podría ser clave no solo para prolongar la fertilidad, sino también para mejorar la salud general. Muchas enfermedades asociadas al envejecimiento aumentan después de la menopausia o tras la extirpación de los ovarios, y ralentizar su envejecimiento podría ayudar a reducir esos riesgos.
Actualmente, el grupo de Laird está iniciando nuevos estudios para investigar si ciertos fármacos pudieran modificar la velocidad del envejecimiento ovárico. Su meta es encontrar formas de retrasar el envejecimiento reproductivo, con posibles beneficios tanto para la fertilidad como para enfermedades comunes en mujeres posmenopáusicas, como las cardiovasculares.
El estudio presenta algunas limitaciones, principalmente la dificultad de obtener tejido ovárico de mujeres en edad fértil que no estén bajo tratamiento médico o de fertilidad. Por ello, la mayoría de las muestras humanas provenían de mujeres posmenopáusicas, complementadas con células de donantes más jóvenes. En el caso de los ratones, se utilizó una cepa común en investigación, lo que facilita comparaciones con otros trabajos científicos.
En el futuro, los investigadores planean incluir más muestras y especies para perfeccionar este modelo. En conjunto, sus hallazgos mejoran la comprensión del ratón como modelo de estudio de la biología ovárica humana y ofrecen una base valiosa para futuras investigaciones sobre fertilidad y envejecimiento.