Víctor Fernández-García
Profesor en el departamento de Ingeniería y Ciencias Agrarias de la Universidad de León
Los científicos ya habíamos demostrado que la severidad y la intensidad de los incendios aumentan a nivel mundial. También que el cambio climático crea condiciones más propicias para los incendios extremos. Sin embargo, las evidencias sobre la evolución de los impactos del fuego en vidas humanas y en la generación de perdidas socioeconómicas a nivel global eran más limitadas debido a limitaciones en los datos disponibles.
El estudio de Cunningham y colaboradores aborda esta cuestión en un trabajo excelente y muy pertinente. Estos autores, de gran prestigio a nivel internacional en el campo de la pirogeografía, demuestran como la frecuencia de incendios catastróficos ha aumentado. Para ello han utilizado una completa base de datos compuesta por información de pérdidas de vidas y de pérdidas económicas, con información procedente de [empresas] reaseguradoras y de datos públicos.
A nivel mundial, los resultados mostrados en el estudio son contundentes: los incendios causantes de 10 o más muertes se han multiplicado por 3,1 desde 1980 hasta 2023, un cambio muy superior al del aumento poblacional. Para ese mismo periodo, la frecuencia de incendios causantes de grandes pérdidas económicas se ha multiplicado por 4,4.
El estudio también muestra cómo las pérdidas económicas y de vidas se concentran desproporcionadamente en algunas zonas del planeta. En los modelos de riesgo destaca la Península Ibérica como una de las zonas más susceptibles a padecer este tipo de desastres debido a factores climáticos, económicos, demográficos y de intensidad de los incendios. Otras regiones de clima mediterráneo también presentan un riesgo alto. Es el caso del resto de países alrededor del mar Mediterráneo, así como de California, de la región del Cabo en Sudáfrica, o de partes de Chile central y del sur de Australia.
Los autores hacen hincapié en la relación de estos grandes desastres con el cambio climático, mostrando una relación clara de los mismos. Para ello han utilizado índices de sequía y de riesgo meteorológico de incendios, que han aumentado significativamente durante las últimas dos décadas.
El trabajo aporta otra evidencia más de que los riesgos asociados a los incendios están aumentando drásticamente en algunas zonas. Esto debería tener consecuencias en el desarrollo de políticas de prevención y en la gestión del paisaje, promoviendo estrategias de mitigación de los riesgos sociales, ecológicos y económicos asociados a los incendios extremos.