María García Rodríguez
Musicoterapeuta, docente e investigadora en el Área de Música y Artes de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
El estudio revela un aumento sostenido de la negatividad, el estrés y la simplicidad en las letras del pop estadounidense durante las últimas décadas, pero también muestra que esta tendencia se modera en momentos de crisis social, lo que respalda la idea de que la música funciona como una herramienta espontánea de autorregulación emocional. Cuando el entorno es emocionalmente abrumador, parece que el público busca letras menos negativas, aspecto coherente con investigaciones que señalan que la música se utiliza para ajustar estados afectivos en función del contexto. Desde una perspectiva clínica, este patrón es relevante porque sugiere que la selección musical puede emplearse de forma estratégica. En este sentido, estudios recientes evidencian que variables individuales como la anhedonia musical/social (García-Rodríguez et al., 2021) o la alexitimia (García-Rodríguez et al., 2023) modulan la respuesta emocional a la música, lo que sugiere personalizar las intervenciones. De igual modo, investigaciones en musicoterapia con mujeres en tratamiento oncológico (Fernández-Company et al., 2024) muestran que intervenciones musicales bien diseñadas pueden mejorar el bienestar y reducir el malestar psicológico, subrayando el potencial clínico de la música como recurso regulador.
El trabajo también presenta limitaciones importantes que deben tenerse en cuenta: analiza únicamente las letras, dejando fuera elementos fundamentales para la emoción musical como melodía, armonía o ritmo; los estímulos musicales representan solo el mainstream estadounidense, no todo el espectro de producción ni de consumo musical; y se trata de datos correlacionales, de modo que no permiten establecer causalidad directa entre cambios sociales y cambios musicales. Además, no se consideran factores personales básicos como las diferencias de edad y género en la regulación emocional (Fernández-Company et al., 2024) que pueden afectar significativamente la forma en que las personas usan la música para modular su estado de ánimo.
Aun así, el resultado central del estudio es consistente: la música no solo refleja el clima emocional de una época, sino que actúa como un barómetro y amortiguador del malestar colectivo, en línea tanto con la evidencia clínica como con el uso cotidiano de playlists para gestionar el estado de ánimo. Estos resultados invitan a cuestionarnos preguntas relevantes acerca de cómo aprovechar de un modo más deliberado el potencial regulador de la música en contextos de incertidumbre, así como para la promoción del bienestar psicológico.